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domingo, 18 de agosto de 2013

Aeropuerto: el riesgo calculado

Foto de Aeropuerto de Mérida
Por: Adelfo Solarte. El aeropuerto nacional Alberto Carnevali – que sirve a la ciudad de Mérida – reabrió sus operaciones luego de más de cinco años sin actividades para las aerolíneas comerciales. Es una excelente noticia para Mérida, sobre todo para todo aquello vinculado a la actividad turística.
Sin embargo, algunas personas consideran que la buena nueva no es tal. Son aquellos que, desde su perspectiva y análisis, estiman que el aeropuerto de Mérida debe cerrarse para siempre ya que su presencia es un signo inequívoco de una tragedia aérea inevitable, que más temprano que tarde se cernirá sobre la vida de esta ciudad.
Con todo respeto a las opiniones diversas sobre una instalación tan notoria como el aeropuerto, estimo que toda estructura o servicio que el ser humano incorpore a su vida urbana implica un grado de riesgo intrínseco que sin embargo debe confrontarse con los beneficios que dicho riesgo implica.
Pongamos un ejemplo: si usted quiere disfrutar de unas vacaciones de ensueño en una isla paradisíaca con todos los gastos pagos, deberá tenetr en cuenta que el disfrute de ese viaje implicará un despalazamiento (por aíere, mar o tierra) que implicará un evidente riesgo de que un accidente ocurra. Pero es poco probable que usted desista del viaje por esa evidencia. En el fondo usted manejará las estadísticas sobre las posibilidades de que algo malo ocurra y sopesará el tipo de vehículo, momento del viaje, medidas de seguridad, seriedad de las empresas transportista, entre otros factores, para concluir que el riesgo es manejable.
Es decir, si bien no es posible erradicar el riesgo – ya que es un factor implícito en la propia actividad humana – ciertamente sí es manejable en un grado tal que porcentualmente sea preferible hacer el viaje que quedarse.
En el caso del aeropuerto de Mérida, desde nuestro punto de vista, pasa igual: su presencia en la ciudad implica un riesgo (si es alto, medio o bajo ese riesgo dependerá de muchos factores operativos) pero queda claro que ese factor de riesgo es un elemento humana y técnicamente manejable.
La versión de que el Alberto Carnevali está en plena ciudad de Mérida, rodeado de casas y comercios no parece ser un argumento contundente para su cierre. En buena medida, muchos de los principales aeropuertos del mundo tienen deben afrontar la circunstancia de estar ubicados en áreas urbanas. Un ejemplo es la ciudad de Nueva York. En su zona metropolitana no hay uno sino tres grandes aeropuertos que efectúan miles de operaciones diarias: son el Aeropuerto John F. Kennedy, el  Aeropuerto LaGuardia y el  Aeropuerto Internacional Libertad de Newark.
La posibilidad de un accidente está siempre presente. Pero acciones como las mejoras en pista, equipamiento para las comunicaciones, la selección de modelos de aeronaves compatibles con las características de pista y la altura de la ciudad, sumadas al adiestramiento de pilotos, cumplimiento de los corredores aéreos de salida y aproximación, mantenimiento de las aeronaves, no utilización en horas de la noche o bajo poca visibilidad, cierre en condiciones meteorológicas adversas (lluvia, vientos) todo ello garantiza un margen de maniobrabilidad en la seguridad que, en definitiva, justifican los beneficios de tener un aeropuerto operativo.

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