Por Adelfo Solarte. No toda moto mata. Pese a que algunos de mis amigos dicen estar hastiados de la presencia de motorizados – y se enfurecen cuando en las esquinas o frente a los centros comerciales ven amontonadas decenas de motos – en lo personal no tengo ningún sentimiento en contra de las motos como vehículo.
Estar en contra de las motos (de la máquina) es como estar en contra de los cuchillos. Un cuchillo, su existencia, no implica necesariamente que su destino será, de forma inexorable, la garganta o el pecho de algún desafortunado, como tampoco una moto significa que su poseedor es una persona con intenciones de chocarnos o robarnos. Como decía mi difunta abuela: “una cosa no lleva a la otra”.
Lo que sí está claro es que mientras más motorizados perciban que tienen puerta franca para cometer ciertos excesos por las calles, avenidas, aceras y hasta plazas de la ciudad, seguirán aumentando su influencia en la mala vida que ahora nos toca vivir en los espacios públicos.
Es decir, si las condiciones sociales, institucionales, de gobierno, lo permiten, la moto - como máquina - será usada como el criminal que usa el cuchillo para delinquir.
En el fondo no es, pues, la moto e incluso tampoco el motorizado, los responsables del caos (aunque suene desconcertante decirlo de este modo) sino las condiciones urbanas creadas que llevan a que tales niveles de incivilidad se perciban en el tránsito de las ciudades venezolanas, Mérida incluida de forma cada vez más protagónica.
Debe sumarse, adicionalmente, una extraña y a veces injustificada empatía política entre los motorizados organizados, y ciertos sectores del gobierno central, relación que parte de la premisa de que mientras más libertad (libertinaje) se permita entre los motorizados, más apoyo político ganarán los que ostentan el poder. Allá ellos con sus relaciones en las que, si a ver vamos, no gana el pueblo, sino ciertos sectores que imponen su postura- en este caso una evidente anarquía vial – sobre los demás.
El tema de los motorizados debe estar en las discusiones urbanas del momento porque constituye un factor determinante de las relaciones actuales y futuras en el espacio público.
Para no ir muy lejos, en algunos conjuntos residenciales, donde funciona la figura de condominios, uno de los temas que toma forma en las conversaciones de los copropietarios es el relacionado con la motos, su ubicación y disposición, en espacios construidos hasta hace un par de años, para vehículos. Ahora, en no pocas residencias, varios copropietarios hablan de cómo colocar las motos en sus puestos: si delante del carro, si atrás o si a los lados. O si las motos deben ir en otro lado…
Si eso es así en los espacios residenciales, en la ciudad el debate es igual, o debería serlo.
Es decir, se debe discutir el papel de la moto y por ende del motorizado en la trama de la ciudad.
Hay varios aspectos a considerar para este tema: todo el mundo es libre de tener moto, así que cualquier intento por ir en contra de los deseos de alguna persona de poseer su moto es, de entrada, inconveniente y atenta contra la libertad de cada persona de comprar el vehículos que le venga en gana (carro, moto, bicicleta, caballo, etc.)
Otra cosa: todos pueden tener más de un vehículo. Aquel que tiene un carro, puede, si ese es su antojo o necesidad, comprase una moto.
Tampoco estoy de acuerdo con regulaciones extremas como aquella que limita a un pasajero por moto: ¿Qué decir de las cientos de madres que ahora pueden buscar a su hijo en el colegio con más comodidad y rapidez?
Pero por otro lado están las evidencias de un problema mayúsculo generado por el uso de las motos en ese ambiente de “dejar hacer, dejar pasar” que se ha construido gracias a la falta de acción gubernamental, de los organismos y, porqué no, de la poca reflexión ciudadana.
Allí están las revelaciones del Ministerio del Interior, Justicia y Paz, que indican que el 70% de los delitos urbanos son cometidos por personas que se desplazan en pareja y en moto.
Ni que hablar de los accidentes viales: hasta un 80% de los traumatizados en los hospitales son motorizados.
Lo cierto de este panorama es que ante la crisis económica y el deterioro de la capacidad adquisitiva de muchas familias, la moto se asoma como un medio de transporte al alcance de quienes no pueden aspirar a un vehículo, de esos que no existen en los concesionarios.
Añádale usted las cada vez más precarias posibilidad de transito en las ciudades y tendrá mayores justificaciones para que la moto termine apareciendo como la extraña de la película.
Y lo otro, y que es lo que por cierto le da título a este escrito, es el anuncio que hizo el Ministerio del Poder Popular para Industrias de aupar la producción de motos de la empresa Bera, de 548 motos diarias a por lo menos mil 200 por día, con la idea de llegar a 2 mil diarias en un mediano plazo.
Vienen más motos y por ende deberían venir más discusiones para que las motos no sean un cuchillo para nuestras gargantas.