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domingo, 26 de mayo de 2013

Por la merideñidad


Por Adelfo Solarte. En días pasados, en una de las reuniones de trabajo del Grupo de Investigación sobre el Espacio Público (Gisep), adscrito a la Facultad de Arquitectura y Diseño de la ULA, revisamos una propuesta que sopla como buen viento en varios espacios merideños,  de ir más allá de las investigaciones propias del mundo académico y aterrizar las intenciones de una mejor ciudad en un evento puntual, concreto, sencillo, dirigido a rescatar los aspectos que distinguen ese intangible supremamente sensible y valioso como lo es la merideñidad.
Eso de la merideñidad, luego de algunas reflexiones, lo entendemos como una condición que propende a exponer una serie de características del ser local, expresadas en aspectos positivos del colectivo merideño. La merideñidad no es un gentilicio. Es decir, se puede haber nacido en Mérida y ser por lo tanto merideño, pero no necesariamente se es un defensor de la merideñidad.
Esos aspectos positivos y la preocupación por expresarlos se refieren a elementos como un gran respeto por la academia y por lo tanto por el conocimiento, las luces, la ciencia, la tecnología y todo lo vinculado a éstas: los estudiantes, los maestros, docentes, el campus donde se hace labor universitaria, los centros de investigación, la autonomía. La ULA encarna este sentimiento de merideñidad.
Pero también la merideñidad se reconoce por el amor a las expresiones culturales en toda la dimensión humana del término: desde la labor menuda, sencilla, humilde de un artesano que talla la madera con devoción, hasta el celo por la continuidad de instituciones como la Orquesta Sinfónica, el Museo de Arte Colonial, el teatro, la pintura, la danza, el cine y en general todo aquello que ha caracterizado a Mérida a lo largo de su historia: el ser espacio para alimentar el espíritu.
Esa merideñidad se vinculada con el respeto a los valores cristianos  y espirituales que encarna nuestro pueblo. Se puede ser devoto o no, pero la merideñidad es el reconocimiento de ese valor y la convicción absoluta de su importancia en el ser humano.
La tierra, la siembra, la agricultura y por lo tanto los valores asociados a esta actividad como la paciencia, el trabajo duro como uno de los caminos que nos llevan a un mejor país.
La merideñidad es la armonía entre lo parroquial, lo localista y lo cosmopolita. La convivencia de gente venida de distintos países, distintas regiones del país, que se ubican como piezas de un mosaico de entendimiento.
La merideñidad corre tras un balón de fútbol, se presigna cuando pasa frente a un iglesia, asiste a un Congreso Internacional de Medicina, se forma, crece en conocimiento, se come un helado en una plaza y lee un libro en un café. La merideñidad es eso y, por su puesto, mucho, mucho más.
Esta martes 28 de mayo se efectúa la primera de varias reuniones de gente que se reúne por Mérida y por su merideñidad. Es una  reunión de puertas abiertas en la Cámara de Comercio a partir de las nueve de la mañana. Vendrán otros encuentros que intentan culminar con un homenaje a esa merideñidad el mes de octubre. ¿Tienes una idea? La queremos conocer.

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