Por Alfredo Portillo. Uno de los problemas que a diario agobia la existencia de los habitantes de la ciudad de Mérida, es el caos vehicular en que se ha convertido la otrora plácida ciudad de los caballeros. A diferentes horas del día, sus calles y avenidas se ven abarrotadas de automóviles particulares y unidades de transporte público. Interminables e infernales colas de vehículos atenazan la movilidad de los merideños, impidiéndoles su desplazamiento normal y provocándoles severos retrasos para poder llegar a los sitios de trabajo y estudio, o para regresar a casa.
Este problema se debe principalmente al incesante aumento del parque automotor de la ciudad de Mérida, para lo cual las calles y avenidas están resultando insuficientes. Pero también se debe a que no se aprecia la implementación de una acertada política que regularice el tránsito vehicular y la movilidad de los merideños. En otras palabras, los merideños en esta materia están a la buena de Dios.
Un caso puntual que al respecto vale la pena mencionar aquí, es el que diariamente se observa en los alrededores de la Plaza de Milla, donde el caos vehicular se hace presente. La razón de ello está en que, a lo largo del corto trecho de la vía que va de la Plaza de Milla hasta la Plazoleta Chaplin, por el canal derecho estacionan automóviles particulares. La situación es tan irregular, que incluso los propietarios de algunos comercios y los residentes de algunas casas de familia, colocan conos plásticos para reservar el espacio y así poder estacionar, restringiendo de esta manera el libre tránsito vehicular. El resultado de ello es suficientemente sufrido por todos los que por allí transitan. Y pensar que la solución a este problema es relativamente sencilla y de sentido común.
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