Por: Adelfo Solarte. Hace unos días me referí en este espacio al problema que genera nuestra cultural inclinación a dar respuesta a los problemas mediante los famosos operativos. Concluimos con el hecho de que si bien los operativos están casi que “genéticamente” metidos en nuestra forma de atender los problemas que nos coloca la vida en ciudad, tal práctica nunca será mejor que la de organizar la actividad urbana en función de la regularidad de las respuestas, no en el acto coyuntural, efímero y, por lo mismo, poco efectivo de nuestros operativos.
Haciendo una lista breve de diez puntos, sobre cuáles son las áreas en las que suele emplearse la energía puntual de los operativos, nos conseguimos que básicamente se refieren a limpieza y ornato. Hay otras áreas pero esas son las más atendidas si a alguna autoridad le piden “hacer algo por la ciudad”. Es obvio que una escoba, una pala y una brocha obran milagros.
Siendo así, cualquier gobernante tendría que hacer espacio en su agenda de trabajo para atender los siguientes diez puntos de acción gubernamental en pro de la ciudad: jardinería y poda, recuperación de fachadas, mantenimiento del mobiliario urbano, demarcación vial, iluminación pública, mejoras en la movilidad (vial y peatonal), plan de asfaltado o mantenimiento de calles y avenidas, atención a la ocupación de espacios públicos (vendedores informales, taxistas, motorizados) y mejoras en la seguridad pública.
Lo anterior es, para decirlo claramente, lo elemental, lo básico, lo obvio que deben hacer las autoridades municipales. Si a ver vamos, la atención a la salud, deportes, vivienda, gestión del riesgos, acceso a bienes, actividades culturales y recreativas, promoción de las artes, planes de desarrollo urbano, incentivo a la producción, desarrollo de servicios turísticos, atención a la ciencia y la tecnología, aumento y mejoras de las edificaciones escolares, todo eso puede ser reclamado por la comunidad como necesidades urgentes y ¿Quién dice que no sea así?
Pero volvamos a lo obvio: esos asuntos que suelen atenderse cuando hay que dar la impresión de que desde las oficinas de gobierno se hace algo… O sea la escoba, la pala y la brocha.
Aún con lo básico, cada acto de acción debe tener en cuenta varios obstáculos que de no ser atendidos pueden echar por la borda incluso la más humilde de las acciones de atención, como puede ser barrer una calle.
La lista de obstáculos supera con creces la de las acciones que deben emprenderse. Podemos mencionar, sólo para precisar a los enemigos claves de la gestión a: la poca o nula planificación, la falta de continuidad, la mala gestión de los recursos, la corrupción, el conformismo, la ineficiencia, la poca acción para concertar esfuerzos y voluntades.
Es decir, cada acción que se decida hacer para bien de la ciudad, debe toparse con un ejército de obstáculos cuya misión siempre ha sido la de impedir que se concrete el acto de mejora urbana.
Quiere decir que las autoridades que llevan el control del gobierno de la ciudad (sobre todo aquellos que desean ocuparse de la cosa pública) deben no sólo hacer su lista de acciones sino, a la par, identificar en el camino los obstáculos que sobrevendrán. Tal vez así podamos, por lo menos, sacar la escoba y hacerlo bien.
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