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lunes, 18 de marzo de 2013

Mandado


A Oswaldo


Por Miguel Jaimes. Viejas latas llenas de leche que habían sido dadas en teteros prolongados y otras de manteca donde sacaban témpanos de grasa para fritar pedazos de cochino con tocino que habían sido criados en apartados solares cercados por retazos de maderas, latas y amarrados por alambres oxidados.
Vetustas paredes eran perforadas con clavos oxidados y golpeadas con un experimentado martillo donde guindaban estas pesadeces rellenas de abonos y plantas destinadas a un futuro, guindadas desde ventanas y viejas tapias. Desde allí vieron pasar recuerdos con sentimientos a un lado en el pollo del descanso agarrado desde rejas forjadas de hierros puros.
Inocentes niños iban entre las bodegas de Orangel y Las cuatro milpas de Doña Eloísa, compraban lochas convertidas en quintales, libras y arrobas.
El juguetero Miguel Carballo se quedó viviendo en los espacios de La Mucuy cuando una mañana llegó con el equipaje de su timidez hasta estos espacios, atreviéndose a visitar la bodega de Orangel, al entrar sus espacios estaban inundados de tablas encaramadas, telarañas, largos escobillones arrinconados, rollos de papel, mostradores de vidrios envejecidos y finas líneas de maderas con dos entrepaños que ubicaban chucherías de pueblos y los infaltables largos chicles Papaupa, mientras en las repisas agarradas a paredes estaban aceites de oliva, harinas y sardinas con panes del color de Dios agarrados por trasparentes bolsas plásticas.
En la entrada de estos abastos habían cajones repletos de plátanos verdes y maduros, papas, apio, pimentones y unas viejas neveras que funcionaban con kerosene donde vendían helados de queso con leche, colita y guanábana.
Mujeres ocupadas con críos lavaban pañales de telas en algodón puestos a secar detrás de enjambres de neveras forradas en peltre, mientras inocentes niños salían de pantaloncitos cortos con piernitas llenas de frio y franelas de mangas que llegaban a los codos, corrían con un pan bajo sus brazos hasta llegar a sus casas con humos de leña en sus mandados.
La Mucuy 
lamucuyandina@gmail.com

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