Esos son los luceros del alma, ánimas que anda vagando y ven en ti la posibilidad de entregarte un entierro y así liberarse. Son luceros encantados, cercanos a los días previos cuando un ángel solitario anuncia con su escondida trompeta que estamos en la entrada de la navidad.
Muchas almas andantes descubren secretos guardados por otros y esos recónditos seres son los llamados luceros. Todo sucede en un juego de picardías, pues cuando un párvulo inocente duerme hace descubrir los secretos muy guardados de estos esplendores.
Ellos son escogidos para encontrar a los más puros seres humanos los cuales mas bien parecen enviados o quizás ángeles. Pero en la comodidad que les da esta seguridad de mantenerse cercanos a los humanos se olvidan que deben marcharse a otros lugares.
Por esta razón algunos ven secretos. Sienten pasos y sin saberlo son cuidados por unos escogidos, encomendados en las travesías de otros muy bien guardados. Pero en sus hazañas descubren que en el villorrio de la vida existen secretos de siglos los cuales fueron ocultos por los Generales de la revolución.
A estos hombres los acompañaron aquellas luciérnagas. Les alumbraron sus caminos espirituales y los llevaron a la concreción final de sus tareas. Y en sus largos caminos durante el sendero de noches obligadas a ser silenciosas, ellas escuchaban sus disimuladas voces.
En una queda la encomienda no pudo llegar, venía amenazada y justo antes de ser capturada e inmolarse sus custodios fue enterrada. Entonces las luciérnagas encandilaron a sus perseguidores para que estos pudieran salvar sus vidas, pero los hombres desesperados se perdieron y desde entonces los luceros no han dejado de alumbrar cada una de las noches cercanas al anuncio del ángel de navidad.
Columna La Mucuy
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