Por Alfredo Portillo. Quién iba a pensar que una ciudad como Mérida, promocionada durante muchos años mediante eslóganes como “La ciudad de los caballeros”, “Ciudad turística y estudiantil” y “Tan linda como su gente”, se encamina a convertirse, con el paso del tiempo, en una ciudad cada vez más caotizada y vulnerable. El aumento en la cantidad de habitantes, de edificaciones y de automóviles y motos, la ha venido convirtiendo, dado lo restringido de su espacio vital, en una ciudad cada vez menos funcional. Incluso, la futura reapertura del sistema teleférico y lo costoso que resultará para los venezolanos viajar al extranjero, convertirán a Mérida, durante los períodos vacacionales, en un lugar de visita más que masiva para cientos de miles de venezolanos, pudiéndose llegar a un punto de saturación inmanejable.
La verdad es que Mérida está dejando de ser, de manera acelerada, una ciudad que goce de un nivel de vida adecuado para sus habitantes. A lo indicado en el párrafo anterior, se suma la vulnerabilidad sísmica que pende sobre ella como una espada de Damocles, tomado en cuenta que, por ejemplo, tanto su sistema de distribución de agua potable, como su sistema de distribución de energía eléctrica, colapsarían ante la eventualidad de un sismo de cierta magnitud. Ni que decir de los recurrentes acontecimientos de protestas sociales, de diferente índole, que ponen en jaque a la ciudad como un todo, inimaginable siquiera en otras ciudades de Venezuela como Barquisimeto, Caracas, Maracay o Valencia. Así que, hagamos un pequeño ejercicio de prospectiva, y pensemos en la ciudad de Mérida dentro de 10, 20 ó 30 años, dadas las actuales tendencias.
alportillo@ula.ve
Foto: freedigitalphotos
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