Por Adelfo Solarte. Una de las evidencias de que las ciudades crecen y se desarrollan la podemos encontrar en sus calles y avenidas.
He visitado pueblos en Venezuela, en los que solía pasar las vacaciones de mi infancia y me sorprendo de que las mismas callecitas por la que corríamos alegres tras un balón, sean las mismas que en aquel tiempo.
Por el contrario, algunas ciudades lucen irreconocibles: hay puentes, elevados, viaductos, nuevas avenidas, calles ampliadas y, en fin, toda la infraestructura que delata que estamos en presencia de una ciudad viva. Creo que Barquisimeto, Maracaibo y Valencia muestran algunos de estos rasgos positivos aunque, de seguro, no en la proporción ni en la magnitud que los habitantes de esas urbes desearían.
En el caso de Mérida hay buenas y malas noticias en este tema del desarrollo vial. Una amiga, que se fue a los Estados Unidos alrededor de 2005 y que en diciembre pasado regresó de visita por unos días a Mérida, quedó gratamente sorprendida de los cambios que observó en su recorrido desde Ejido a Mérida, en especial por las transformaciones urbanas generadas por el sistema de transporte masivo.
Le expliqué a esta amiga que la construcción del Trolebús había alebrestado las lógicas polémicas que las grandes obras de infraestructura suscitan entre los habitantes de las ciudades, y que había personas que deploraban los efectos que el trole acarreó a avenidas como a la Andrés Bello. Le dije que, sin embargo, otros consideramos al trole una obra que puede deparar muchos aspectos positivos para Mérida y que aún falta por alcanzar el ideal de “sistema” que la obra prometió para, solo así, ponderar el impacto que tendrá para la ciudad.
Lo que quiero apuntar es que si bien es cierto que en Mérida es larga la lista de obras viales necesarias y urgentes que le faltan al inventario urbano, también es cierto que en comparación con muchas otras ciudades del país, la nuestra ha sido una urbe con cambios evidentes en parte de su trama vial, fundamentalmente por el impacto que el trolebús ha generado. En pocas palabras, sino fuese por el trolebús Mérida mostraría casi un nulo avance en materia de evolución de su oferta de calles y avenidas.
De esa lista de las calles que nos faltan, destacan algunos proyectos que, como era de esperarse, se comenzaron a ejecutar y un buen día fueron entregados a ese dios que nos gobierna que es la falta de continuidad administrativa.
Por ejemplo: la perimetral sur, una vía a manera de variante, que partiría de la entrada sur de Ejido (más o menos frente a Makro, en Pozo Hondo) y que, trazada en paralelo al río Chama, desembocaría en Tabay, enlazando con la Trasandina. Es decir, permitiría llegar a la vía hacia el Paramo sin pasar por el centro de Ejido ni por la meseta de Mérida.
Otra obra: el viaducto norte de la Vuelta de Lola. Aunque poco publicitada, los últimos gobernadores han anunciado en algún momento que se ocuparían de este sistema de vías que permitiría ingresar a la ciudad sin pasar por Mucujún ni tener que enfrentar el minúsculo espacio de entrada y salida frente a la sede de Tránsito Terrestre. Se trata de una obra compleja pero necesaria.
Sobre lo anterior Vicente Alarcón, de la Dirección de Infraestructura de la Gobernación del estado Mérida, recientemente explicó que la obra en cuestión es un elevado, denominado Cinco Águilas Blancas, en la zona norte, entrada a la ciudad de Mérida por el sector La Vuelta de Lola, cuya inversión es de 82 millones de bolívares, “y el cual se iniciará en aproximadamente 15 días, una vez se cumpla el proceso de licitación y contratación de la empresa que la ejecutará; el mismo tendrá una longitud de alrededor de 200 metros”.
Una tercera obra que se cuenta en la lista de las urgentes es el sistema de elevados para al menos tres nudos críticos de la ciudad: Pie del Llano, Las Américas con Calle 26 y Las Américas con Los Próceres.
Esperemos que la actual gestión pueda entregar al menos una de estas grandes obras. Sería un gesto para la ciudad que crece.