Un manzano azul descubierto por don Lencho se batirá por entre el medio de aquellas ráfagas anunciadas. Él las sentía y guardo en secreto en un sitio sagrado de la Sierra Nevada. Estaba oculto entre neblinas por entre el medios de cultivos de ajos machos, bien podían escuchar por noches cercanas a las lluvias de estrellas de las Perseidas cuando unos personajes que nadie conocía ni habían visto jamás, llegaban a ser responsables de lindos cantos, melodías y ritmos con los cuales surgían sentimientos.
La luna estará en su fase creciente y se sentirán cantilenas desde una bóveda celeste capaz de hacer surgir huellas traspapelados, mientras bajo la toma de un chocolate el abuelo junto a su nieto distraerá la búsqueda de unos dulces por parte de una vecina a la cual se le espantarán caramelos de coco envueltos en papelitos mágicos preparados en los sueños de Doña Juana Alarcón de Parra. Todo sucederá mientras algunos bólidos tocarán ramas que darán color azul a las manzanas.
Mientras una mula y un perro Mucuchíes que habían partido desde hacía dos décadas aparecerán bajo los secreto de la misma forma en que un día se perdieron. Por eso es cierto el alma no se ve en los instantes del afecto, tampoco aparenta ser un sentimiento inmune pues el frio y la niebla lo delatan.
Mientras los nombres de muchos a cada rato serán descubiertos por sobre brisas que irán entonando concordancias pulcras con frailejones gigantes de semillas azules capaces de soplar la certeza de su existencia.
Así seguirán siendo días de páramos con lugares transcurridos entre ilusiones incólumes de semanas agitadas y polvorientas. A lo lejos una niña batirá los encantos de su cometa mientras los hilos que la elevan harán cosquillas en sus inocentes dedos.
Columna La Mucuy
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