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martes, 3 de diciembre de 2013

Hollywood sin final feliz

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Por: Adelfo Solarte. La muerte del actor Paul Walker, protagonista de la famosa serie de películas de acción The Fast and the Furious (en nuestro idioma Rápido y furioso) ha conmocionado al mundo del espectáculo internacional y, en función de la fama del personaje, a muchas personas alrededor del mundo, venezolanos incluidos.
Los comentarios sobre el terrible final de Walker han llenado las redes sociales, en la mayoría de los casos con muestra de pesar.
Según las informaciones de varios medios en Internet, Walker falleció cuando el Porsche rojo deportivo en el que viajaba se estrelló contra un árbol y se incendió la tarde del sábado, en la localidad de Santa Clarita, en el condado de Los Ángeles. Walker no conducía pero iba de acompañante junto a otro hombre que también falleció en el lugar del accidente. Casualmente esas mismas calles de Los  Ángeles sirvieron de escenario para varias de las escenas en las que Walker, personificando al agente encubierto Brian O'Conner, aceleraba a más no poder los audaces vehículos que dan sentido a la taquillera película Rápido y Furioso (con ese nombre, es obvio que la película alardea de la velocidad sobre el asfalto).
Pues bien, con la certeza de que la tragedia de Paul Walker ha volcado la mirada, aunque sea de forma efímera, sobre el tema de los accidentes viales, tal situación nos obliga, en el mejor de los sentidos, a aprovechar este momento para recordar el paradójico final que la vida real – y  no el glamur y las candilejas de Hollywood   - le tenían reservado al famoso actor norteamericano.
Si bien en la película Rápido y Furioso parece natural poner el pie en el acelerador y esperar, por tal temeridad, el asedio de hermosas mujeres, la realidad es que la principal causa de muerte en las carreteras del mundo sigue siendo el exceso de velocidad.
Las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) son pavorosas: “todos los años, más de 1 millón 300 mil personas mueren como consecuencia de accidentes en las vías de tránsito y nada menos que otros 50 millones sufren traumatismos. Más del 90% de las defunciones se producen en los países de ingresos bajos y medianos”, como Venezuela.
En lo que a nuestro país se refiere, cifras del Instituto Nacional de Tránsito Terrestre indican que en el año 2012,  por ejemplo, más de 7 mil personas murieron en las calles, avenidas y autopistas de Venezuela, producto de siniestros viales. Esa cantidad, llevada a una calculadora, pone de manifiesto que cada día 20 venezolanos dejan su último aliento sobre el asfalto. Dicho de otro modo, cada 90 minutos, como mucho,  perdemos a alguien en un accidente de  carretera.
De ese total de desgracias viales, el 56% corresponde al exceso de velocidad, 17% a las imprudencias, 14% al la ingesta de alcohol, 8% al deterioro de la vialidad y un 3% por fallas mecánicas.
Venezuela ocupa el primer lugar, en cuanto a tasa de  accidentes, en comparación con el resto de los países de la región, donde la situación tampoco es muy buena.
Por ejemplo,  según la OMS, en el año 2007 murieron 6 mil 218 personas en Venezuela por accidentes viales. Ese mismo año en Argentina los fallecidos fueron 4 mil 063, muchos menos que en Venezuela, pero con la aclaratoria de que Argentina tenía  40 millones de habitantes ese año, versus apenas 27 millones y medio de Venezuela. Señores: tenemos un problema muy grave en nuestras manos.
En la película Rápido y Furioso, Hollywood sustituirá a Paul Walker por otro actor. Y en las pantallas el rugir de los motores seguirá escuchándose, trepidante, por las calles de Los Ángeles. En la vida real el cuerpo de Walker estará enterrado en algún cementerio, cumpliendo el mismo destino, crudo pero verdadero, que por lo menos les tocó sufrir a 7 mil venezolanos el año pasado. Es un duro final de película. 
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